sábado, 19 de octubre de 2013

La “encantadora de números” que hizo el primer software en 1842

La “encantadora de números” que hizo el primer software en 1842

La Condesa Lovelace escribió el primer programa de computador, adelantándosele un siglo a la historia, por lo que se le considera como la fundadora de la ciencia computacional

La “encantadora de números” que hizo el primer software en 1842
Se movía en las altas esferas donde los caballeros se dedicaban a las ciencias.

(BBC Mundo). Era mujer, lo que la ponía en desventaja; era condesa, lo que compensaba; era la hija de uno de los poetas más famosos de la historia, George Gordon Byron, lo que curiosamente la llevó por el camino de la ciencia.

Ada Lovelace, además, “fue la primera persona en crear un programa de computador. Era una verdadera visionaria de la computación”, como le dice a BBC Mundo la tecnóloga social Suw Charman-Anderson.

Lovelace era la hija del poeta romántico Lord Byron y una intelectual muy admirada en la época victoriana, Annabella Milbanke. Apenas un mes después de su nacimiento, en 1815, sus padres se separaron y cuatro meses más tarde, Byron se fue de Inglaterra para siempre.

Lovelace nunca conoció a su padre, quien murió en Grecia en 1832, y su madre no quería que se pareciera a él, así que se aseguró de que estudiara asignaturas como matemáticas para contrarrestar las peligrosas tendencias poéticas de su padre.

EL MUNDO EN EL QUE VIVÍA
En la Inglaterra victoriana, los navegantes, arquitectos, ingenieros y banqueros usaban tablas matemáticas que eran calculadas por unos empleados a quienes se les llamaba “calculadores”.

Eso implicaba que tales tablas estuvieran a merced del error humano.

Era también una época en la que los caballeros que no eran del clero, políticos o militares a menudo se dedicaban a las ciencias, pero nadie era profesional en esta materia: de hecho, la palabra “científico” fue acuñada por William Whewell en 1836.

Uno de esos caballeros que se dedicaban a la ciencia era el matemático Charles Babbage quien, habiendo notado los aprietos provocados por la inexactitud de esas tablas matemáticas, había creado una “máquina diferencial”, una calculadora que funcionaba usando adiciones puras.

Lovelace y Babbage se conocieron cuando ella tenía 17 años y empezaron a intercambiar grandes volúmenes de correspondencia y cimentaron una amistad que duraría toda la vida.

En 1842 un ingeniero italiano, Louis Menebrea, publicó un artículo en francés sobre los principios de otra máquina que Babbage había propuesto hacía ocho años, pero que no había entusiasmado a sus compatriotas: la “máquina analítica”.

En contraste con la “máquina diferencial”, la nueva podría llevar a cabo varias funciones, como adición, sustracción, multiplicación y división, y su diseño tenía muchas de las características de las computadoras modernas.

EL PAPEL DE LA CONDESA
Lovelace fue quien tradujo el escrito. Trabajó sin cesar durante nueve meses y el resultado llegó con un valioso apéndice.

El texto estaba acompañado de largas notas que denotaban un nivel de comprensión que ni el mismo Babbage había logrado. De hecho, quedó tan impresionado que la apodó “La encantadora de números”.

Entre las notas estaba además un algoritmo para que la “máquina analítica” computara una secuencia establecida de números.

“Lovelace escribió lo que hoy podríamos llamar un programa informático para calcular los números de Bernoulli, pero más allá de eso, se dio cuenta que tal máquina podría hacer más que simplemente los cálculos, también podría producir arte y música, si se contaba con los algoritmos e información adecuados”, subraya, entusiasmada, Charman-Anderson.

Más de un siglo antes de que se volvieran inocuas y rápidamente desaparecieran, Lovelace previó que con las tarjetas perforadas y una máquina se podrían manipular no sólo números sino también símbolos. En sus notas, anticipa incluso que se podría llegar generar música con un computador.

Desafortunadamente, la “máquina analítica” nunca se completó, así que no hubo forma de poner a prueba las teorías de Lovelace, lo que hace que se le admire aún más.

“Sus logros son aún más sorprendentes cuando se tiene en cuenta que hizo todo eso sin una computadora en la cual experimentar. Su comprensión del diseño de Babbage era tan profunda que pudo preparar el programa de Bernoulli y especular sobre las capacidades de la máquina sin haberla visto funcionar jamás. ¡Asombroso!”, opina la tecnóloga social.

Pasaría un siglo antes de que Lovelace fuera reconocida, cuando el criptógrafo de la Segunda Guerra Mundial Alan Turing hizo referencia a su trabajo.

miércoles, 16 de octubre de 2013

El nazi que nadie quiere enterrar

El nazi que nadie quiere enterrar

Erich Priebke
Priebke vivió 50 años en Bariloche, en el sur de Argentina, sin que sus vecinos supieran su verdadera identidad.
En un aeropuerto militar cerca de Roma, Italia, hay un féretro esperando. En él descansan los restos de Erich Priebke, el criminal de guerra nazi fallecido la semana pasada a los 100 años.
El cuerpo de Priebke está a la espera de un lugar que quiera enterrarlo.
Pero hasta el momento, casi nadie parece tener los brazos abiertos para recibir a este exoficial nazi, responsable de participar en la matanza de 355 civiles en las Fosas Adreatinas, en las afueras de capital italiana, en 1944.
La masacre, una de las peores ocurridas en Italia durante la Segunda Guerra Mundial, fue un acto de venganza por la muerte de 33 soldados alemanes a manos de la resistencia.
Tras la noticia de su muerte, que ocurrió en su casa de Roma donde cumplía arresto domiciliario -pena que no le impedía salir de compras, ir a la iglesia o de paseo por la ciudad-, las autoridades romanas solicitaron permiso para no enterrarlo en su territorio.
Manifestaciones previas al funeral
El funeral previsto para el martes se canceló por disturbios frente a la iglesia de manifestantes antifascistas y grupos neonazis.
Y en una medida sin precedentes, el Vaticano prohibió que se celebrase su funeral en cualquier iglesia católica de Roma.
Pero la Hermandad Sacerdotal San Pío X, un grupo católico que sigue una línea distinta a la del Vaticano, se ofreció a cumplir con el ritual.
No obstante, la ceremonia para despedir a este hombre, que nunca negó sus crímenes pero que jamás se mostró arrepentido por ellos, debió ser cancelada a último momento el martes, por los enfrentamientos ocurridos en la entrada de la iglesia en Albano Laziale, cerca de Roma, entre simpatizantes de Priebke y manifestantes antifascistas.

Opciones

Una opción que, tras el deceso, barajó el abogado de Priebke, Paolo Giachini, fue la de enterrarlo en Henningsdorf, su ciudad natal en el noroeste de Alemania.
Pero, con el argumento de que el cementerio local sólo admite entierros de habitantes de la ciudad y sus familiares, las autoridades le denegaron el permiso.
Otro escenario que se vislumbró en un momento dado era enterrarlo en Argentina, donde descansan los restos de su esposa. Pero el gobierno de ese país tampoco quiso abrirle las puertas.
Argentina fue para Priebke su segundo hogar.
Allí vivió en el anonimato durante cerca de 50 años antes de ser extraditado a Italia.
Después de huir tras la guerra a Buenos Aires, Priebke se refugió en la ciudad de Bariloche, un centro turístico de lagos y montañas en el sur del país, donde vivió y trabajó como maestro, hasta que fue descubierto por un equipo de periodistas de la cadena estadounidense ABC.
Priebke fue luego extraditado a Italia, donde fue condenado a prisión perpetua en 1998.
En medio de la polémica, el presidente de la comunidad judía de Roma, Riccardo Pacifici, planteó otra posibilidad para resolver el entuerto que no obligaría a nadie a quedarse con sus restos: cremarlo.
"Desperdigar sus cenizas, como se hizo con Adolf Eichmann (uno de los principales ideólogos del Holocausto), evitaría que su tumba se convierta en destino de peregrinación".