domingo, 25 de mayo de 2014

Los indígenas que dejaron perplejos a los alemanes en la Primera Guerra Mundial

Los indígenas que dejaron perplejos a los alemanes en la Primera Guerra Mundial

Integrantes del escuadrón telefónico choctaw
Los soldados hablaban muy poco de su experiencia como locutores de claves.
Es una ironía que probablemente no pasó desapercibida por los soldados de la tribu choctaw que peleaban en la llamada Gran Guerra. Mientras que los niños de la tribu eran azotados por hablar su lengua nativa en las escuelas de Oklahoma, en los campos de batalla de Francia su lenguaje era la solución para un enorme problema.
En el otoño de 1918, tropas estadounidenses participaron en la ofensiva de Meuse-Argonne, en el frente occidental. Era una de las mayores operaciones de soldados estadounidenses en guerra, pero las comunicaciones en el campo estaban en peligro. Los alemanes habían logrado pinchar las líneas telefónicas, estaban descifrando los códios y capturando repetidamente a los mensajeros enviados a entregar instrucciones directamente.
"Era un problema muy grande, y no sabían cómo resolverlo", le dice a la BBC Matt Reed, curador de colecciones amerindias del Centro Histórico de Oklahoma, sede de la Sociedad Histórica de Oklahoma.
Fue entonces que se toparon con la solución por casualidad: una conversación entre dos soldados choctaw en el 142do. Regimento de Infantería. Los hombres estaban charlando cuando un capitán se acercó y les preguntó qué idioma estaban hablando. Dándose cuenta del potencial para comunicaciones, les preguntó si otros soldados hablaban la lengua entre la tropa.
En efecto, había soldados choctaw en los cuarteles generales. Usando un teléfono de campo, el capitán hizo que los hombres transmitieran un mensaje en su lengua nativa, que sus colegas tradujeron rápidamente al ingles. Así nació el escuadrón telefónico choctaw. Y así nacieron los "locutores de claves".

Idioma de pocos

"Usar el lenguaje choctaw tenía unas enormes ventajas", afirma William Meadows de la Universidad Estatal de Misouri, el único académico que ha estudiado y escrito extensamente sobre los locutores de claves choctaw. "Era una lengua prácticamente desconocida. Sólo unas pocas tribus amerindias tenían poblaciones superiores a 20.000 personas, y en la mayoría de los casos no había registros escritos. Y lo que había era sólo la Biblia y unos himnos, que se usaban localmente".

El escuadrón telefónico choctaw

Memorándum del comandante de la 142da División de Infantería, coronel A. W. Bloor, a los cuarteles de división, 23 de enero de 1919.
Se reconoció que, de los diferentes métodos de enlace, el teléfono presentaba las mayores posibilidades (...). Se sabía, sin embargo, que los alemanes eran maestros en el arte de "escuchar" (...). Estábamos seguros de que el enemigo sabía demasiado. En consecuencia, era necesario codificar cada mensaje importante, y codificar y decodificar tomaba un tiempo valioso.
El regimiento poseía una compañía de indígenas (...) Las posibilidades eran de una en un millón de que Fritz pudiera traducir estos dialectos, y el plan de hacer que estos indígenas transmitieran mensajes telefónicos fue adoptado.
Los indígenas fueron utilizados repetidamente en preparación para el asalto a Forest Farm (...) La total sorpresa del enemigo evidenció que no pudieron descifrar los mensajes.
Fuente: Nación choctaw de Oklahoma.
El escuadrón fue puesto en acción casi inmediatamente. En cuestión de horas, ocho soldados que hablaban choctaw fueron despachados a posiciones estratégicas. Ellos fueron fundamentales para las tropas estadounidenses en varias batallas, le cuenta Meadows a la BBC.
Incluso si los alemanes estaban escuchando, no podían entender. Además era la manera más rápida de codificar y decodificar información, más rápida que cualquier máquina, lo cual le dio a las tropas estadounidenses una ventaja crucial sobre el enemigo.
"La lengua dejó pasmados a los alemanes", dice Reed, quien añade que entonces comenzaron a circular teorías extrañas acerca de cómo se producían sus sonidos. "Se dice que creían que Estados Unidos había inventado un artilugio para hablar debajo del agua".
El dialecto choctaw no incluía muchos términos militares, así que se crearon expresiones en código. Las armas automáticas eran "las pequeñas armas que disparan rápido" y los batallones eran identificados por el número de granos en una mazorca de maíz. Esto creó un "código dentro del código" e hizo el lenguaje aún más impenetrable, explica Meadows.
En total, 19 soldados choctaw fueron reclutados para el escuadrón telefónico. Venían de los Regimientos de Infantería 141ro., 142do. y 143ro. Muchos se conocían desde Oklahoma. Otras tribus amerindias serían empleadas de la misma manera después, entre ellas la comanche.
La ofensiva de Meuse-Argonne terminó siendo parte de la campaña final de los aliados en el Frente Occidental, pero el trabajo de los choctaw determinaría las comunicaciones militares en conflictos subsiguientes. Los locutores de claves navajo y comache de la II Guerra Mundial están entre los más distinguidos.

Indescifrados hasta ahora

En ambas guerras se utilizaron dos tipos de locutores de claves de esta naturaleza, señala Meadows, quien es autor del libro "Los locutores de claves comanches de la Segunda Guerra Mundial". Los primeros utilizaron términos militares especiales recreados en su lengua nativa; los segundos, sólo el vocabulario nativo existente. Se cree que ninguno de los lenguajes o códigos utilizados fueron jamás descifrados por el enemigo, según añade el especialista.
Familiar de uno de los veteranos choctaw
Los familiares lucharon por reconocimiento para los soldados choctaw.
"La idea de hablar en código usando lenguas originarias fue copiada una y otra vez, pero podría no haber ocurrido nunca de no haber sido por los choctaw", dice Nuchi Nashoba, presidente de la Asociación de Locutores en Clave Choctaw. Su bisuabuelo, Ben Carterby, fue uno de los hombres que participó en la primera prueba que se hizo para enviar un mensaje al Frente Occidental.
"Fueron los locutores de claves originales y siempre serán una fuente de inmenso orgullo para nuestra tribu".
Pero, al mismo tiempo, la lengua choctaw se encontraba bajo enorme presión en Estados Unidos. En esa época estaba en boga la idea de la asimilación cultural. Los intentos del gobierno de "civilizar" a los amerindios involucraban meter a los niños en internados estatales, donde con frecuencia se los reprendía por hablar su lengua nativa.
"Había una situación descabellada en la que el lenguaje choctaw estaba siendo utilizado como un arma de guerra formidable, mientras que en casa los niños eran golpeados por usarlo", dice Judy Allen, funcionaria de relaciones tribales con la Nación Choctaw de Oklahoma. "Los dos soldados a los que un oficial oyó hablando choctaw probablemente creyeron que estaban en problemas cuando se les acercó, en vez de que estaban a punto de ofrecer la solución a los problemas de comunicación del ejército".
Como otras tribus, el modo de vida de los choctaw se encontraba amenazado. Poco más que una generación antes, habían sido retirados a la fuerza de su tierra ancestral. Bajo una ley de 1830, fueron sacados de áreas alrededor de Misisipi hacia lo que hoy es Oklahoma. Se le conoce como el "Camino de las lágrimas": de unos 12.000 choctaws que fueron trasladados, unos 2.500 murieron de hambre, enfermedad y agotamiento.
Pero cuando el gobierno los necesitó, ellos respondieron, dice Meadows. "Los soldados choctaw fueron increíblemente gentiles y dispuestos a compartir su lengua. No tenían que hacerlo, pero lo hicieron. Tenían algo que era único y estaban increíblemente orgullosos de ello".

Sin hacer alarde

A nivel nacional, los amerindios no obtuvieron la nacionalidad estadounidense hasta 1924, años después de que terminara la Primera Guerra Mundial, aún cuando más de 12.000 de ellos habían peleado en el frente de batalla, de acuerdo con el Museo Nacional de Indios Americanos. Se ofrecieron como voluntarios para luchar porque defender a su pueblo y su tierra era parte de su cultura y su tradición.
Himnos en choctaw
Había pocos registros escritos en choctaw: apenas la Biblia 
y algunos himnos.
"Era una extensión del rol tradicional de guerrero", dice Reed. "Los hombes protegían y proveían para aquellos que no podían hacerlo por sí mismos o no se esperaba que lo hicieran. Es parte de lo que significa ser hombre y ser líder. Los guerreros eran tratados con el mayor de los respetos por sus comunidades. Era lo mismo con los veteranos; aún es así hoy en día".
Todos los miembros del escuadrón teléfonico regresaron a casa con sus familias, dice Meadows. Por décadas, su papel como locutores de claves era prácticamente desconocido fuera de la tribu y sus esfuerzos pasaron sin ser reconocidos. En algunos casos, sus propias esposas y familiares sabían muy poco del asunto.
"Los choctaw no creen en hablar de sus propios logros; es cosa de otros alabarlos", dice Nashoba. "Los locutores de clave no contaban muchas historias de sí mismos. Consideraban lo que habían hecho como su deber. Cuando mi bisuabuelo fue entrevistado por una publicación local cuando regresó de la guerra, simplemente dijo 'fui a Francia, vie el país y regresé vivo'. Sólo eso".
También era un tema delicado para el gobierno. Habría sido difícil explicar que la misma lengua que estaban tratando de erradicar en Estados Unidos había sido fundamental para las comunicaciones en el campo de batalla. El buró de Asuntos Indios y el gobierno no recalcaron su uso, dice Meadows. Además, los líderes militares también se dieron cuenta del potencial que había en usar lenguas nativas y no querían que la estrategia se diera a conocer.
"Aunque los locutores de claves navajos de la Segunda Guerra Mundial fueron objeto de atención pública cuando su código fue desclasificado en 1968 y recibieron reconocimiento del Congreso y medallas de plata en 2001, todos los demás locutores de claves siguieron sin ser reconocidos a nivel federal", dice Meadows.

Reconocimiento, al fin

Pero la atención que recibieron los navajos pronto despertó el interés por los choctaw. Familiares de los hombres y la tribu reunieron la información que pudieron con un puñado de documentos existentes y con los relatos de los pocos veteranos que estaban vivos. Trabajaron duro e hicieron campaña junto con otras tribus para que se reconociera el trabajo de sus hombres.
En 1989, el gobierno francés les otorgó la Orden Nacional al Mérito en forma póstuma a los locutores de claves choctaw de la I y de la II Guerra Mundial, así como a los locutores de claves comanches de la Segunda Guerra Mundial.
Un veterano con su familia
Los choctaw enfrentaban una contradicción: su lengua era valiosa en la guerra y castigada en casa.
Pero no fue hasta 2008 que la Ley de Reconocimiento de Locutores de Claves fue aprobada en el Congreso, rindiendo homenaje a cientos de locutores de claves de diferentes tribus que habían sido ignorados, incluidos los choctaw. Finalmente, en noviembre del año pasado, cada gobierno tribal recibió medallas de oro del Congreso, la distinción civil de más alto nivel en Estados Unidos. Llevaban grabado un diseño exclusivo que representaba a su tribu. Las familias de cada locutor de claves recibió una versión similar en plata.
En la ceremonia, el senador Harry Reid dijo: "En la hora de mayor necesidad de esta nación, los lenguajes nativos americanos demostraron tener un gran valor. El gobierno de Estados Unidos recurrió a la gente y a la lengua que había tratado de erradicar".
Fue un momento agridulce, dice Nashoba. "Los locutores de claves originales nunca llegaron a ver el día (en que se reconoció su trabajo) y muchos de sus familiares, que habían hecho tanta campaña por ellos, también habían muerto. Pero también fue un momento increíble, no puedo expresar con palabras la alegría y el orgullo que sentí. Esos hombres merecían ser honrados".
Nadie podría haber adivinado que una conversación escuchada por casualidad terminara siendo tan significativa, dice Meadows. "A veces las grandes cosas ocurren por accidente".

lunes, 19 de mayo de 2014

El barco de refugiados judíos que nadie quiso recibir en América

El barco de refugiados judíos que nadie quiso recibir en América

Gerald Granston (derecha) en la cubierta del St Louis.
El 13 de mayo de 1939 más de 900 judíos abandonaron Alemania a bordo de un crucero de lujo, el SS St Louis. Esperaban llegar a Cuba y de ahí viajar a Estados Unidos, pero algo en el camino salió mal. En La Habana los mandaron de vuelta a Europa, donde más de 250 de ellos acabarían muertos por los nazis.
"Realmente era algo impresionante ir en un crucero de lujo", dice Gisela Feldman. "La verdad es que no sabíamos a dónde nos dirigíamos, o cómo nos las arreglaríamos cuando llegásemos", añade.
A sus 90 años, Feldman todavía recuerda con claridad las emociones que sintió al los 15 años de edad mientras se embarcaba en el St Louis, en Hamburgo, Alemania, junto a su madre y a su hermana pequeña.
"Siempre fui consciente de lo nerviosa que estaba mi madre por el hecho de embarcarse sola, con dos hijas, en tal viaje", afirma.
En los años que siguieron a la llegada al poder del partido nazi de Adolfo Hitler las familias judías como la de Feldman no tenían ninguna duda del peligro que corrían.
A los judíos les confiscaron propiedades, y se quemaron sinagogas y tiendas. Después de que su marido fuera arrestado y deportado a Polonia, la madre de Gisela decidió que era momento de partir.

Con 10 marcos alemanes en el bolso

Feldman se acuerda de su padre suplicando a su madre que le esperase pero ella era tenaz y siempre le respondía: "Tengo que llevarme a las niñas por seguridad".
Así que, armadas con visas para Cuba adquiridas en Berlín, 10 marcos alemanes en su bolso y otros 200 escondidos en su ropa interior, se dirigieron hacia Hamburgo y el St Louis.
"Tuvimos suerte de que mi madre fuera tan valiente", señala Feldman con un tono de orgullo en su voz.
A medida que el barco se alejaba Feldman recuerda las lágrimas de sus familiares despidiéndolas desde el puerto. "Sabían que no nos volveríamos a ver", afirma suavemente. "Nosotras éramos las que tuvimos suerte- las que logramos escapar". No volvería a ver a su padre ni a unos 30 familiares que estaban aquél día allí nunca más.
A principios de 1939 los nazis habían cerrado ya la mayor parte de las fronteras de Alemania y muchos países habían impuesto límites en el número de judíos que podían acoger en sus fronteras.
Cuba era un punto de tránsito de camino a Estados Unidos y las autoridades cubanas en Alemania ofrecían visas a US$ 200 o 300 cada una – unos US$ 2.000 o 3.000 al cambio de hoy en día.
Cuando a Gerald Granston, que entonces contaba con 6 años, su padre le dijo que dejarían su pequeño pueblo en el sur de Alemania e irían en un barco hacia el otro lado del mundo, no entendió muy bien lo que oía. "Nunca había escuchado hablar sobre Cuba y no podía imaginar lo que iba a pasar. Recuerdo que tenía miedo todo el tiempo", afirma, ahora con 81 años.
Para muchos de los pasajeros y sus padres los nervios fueron disminuyendo a medida que el barco se alejaba de puerto.

Muy bien tratados

Feldman, que compartía un camarote en la parte baja del barco con su hermana Sonja, pasó la mayor parte de su tiempo paseando en la cubierta conversando con niños de su edad o nadando en la piscina del barco.
Había también un lugar donde bailar e incluso un cine. Comían regularmente una variedad de comida a la que no estaban acostumbrados en Alemania.
Bajo órdenes del capitán, Gustav Schroder, los mozos y miembros de la tripulación trataban a los pasajeros muy respetuosamente, en contraste con el ambiente abiertamente hostil que sufrían los judíos bajo el régimen nazi.
El capitán permitía que se celebrasen las tradicionales misas de los viernes a la noche, durante las cuales daba permiso para que se retirase un retrato de Hitler del salón principal.
Sol Messinger, que entonces contaba seis años y viajaba con sus padres, recuerda qué feliz parecía todo el mundo. De hecho, asegura, los adultos les decían todo el tiempo que ya estaban fuera de peligro: "Nos vamos", escuchaba que la gente decía una y otra vez durante el viaje. "Ya no tenemos que estar todo el tiempo vigilando".
Pero a medida que el crucero se fue acercando a la costa de La Habana el 27 de mayo esa sensación de optimismo dio primero paso al miedo, y luego al terror.
Granston estaba en cubierta con su padre y docenas de familias, con sus valijas listas para desembarcar, cuando las primeras autoridades cubanas llegaron sonrientes al barco.

"Mañana, mañana..."

Muy pronto estuvo claro que el barco no iba a atracar y que no se permitiría a nadie desembarcar. Recuerda escuchar una y otra vez las palabras "mañana, mañana". Cuando los cubanos se fueron y el capitán le dijo a la gente que deberían esperar, pudo sentir, incluso siendo un niño pequeño, que algo no iba bien.
Durante los siete días siguientes el capitán intentó persuadir, sin éxito alguno, a las autoridades cubanas para que les permitiesen entrar al país. Los cubanos ya habían decidido sin embargo rechazar la mayor parte de las visas, probablemente por miedo a ser inundados por más inmigrantes huyendo de Europa.
El capitán entonces dirigió el barco hacia Florida, pero las autoridades estadounidenses tampoco le permitieron atracar, a pesar de las peticiones personales al propio presidente, Franklin Roosevelt. Granston cree que también le preocupaba la llegada masiva de inmigrantes.
"Eso es Miami", le dijo el padre de Messinger a su hijo una noche en la que estaban en cubierta, señalando las luces distantes de la costa.
Para junio, el capitán no tuvo otra opción que dar la vuelta y retornar a Europa. "De repente todo dejó de ser divertido", recuerda Feldman. "Nadie hablaba sobre lo que iba a pasar a partir de entonces."
A medida que el barco cruzaba el Atlántico, Granston no dejaba de preguntarle a su padre si volvían a ver a sus abuelos. Su padre solo movía la cabeza en silencio.

Vuelta

Por entonces los pasajeros no tenían problemas en ocultar sus llantos cuando paseaban por el barco- uno de los pasajeros incluso se cortó las venas y se arrojó por la borda, desesperado. "Si cierro los ojos todavía puedo oír sus gritos", dice Granston.
Al final, los pasajeros no tuvieron que volver a la Alemania nazi: Bélgica, Francia, Holanda y Reino Unido aceptaron a los refugiados. La asociación judía internacional American Jewish Joint Ditribution Committee puso US$ 500.000 como garantía para cubrir cualquier costo asociado.
El 17 de junio el barco atracó en el puerto belga de Amberes, más de un mes después de haber zarpado de Hamburgo. Feldman, su madre y sus hermanas fueron a Inglaterra, al igual que Granston y su padre.
Todos sobrevivieron la guerra pero muchos de sus familiares murieron en el Holocausto.
Messinger y sus padres se trasladaron a vivir a Francia pero tuvieron que escapar de los nazis una segunda vez, y dejaron el país tan solo 6 semanas antes de que Hitler invadiese.

domingo, 11 de mayo de 2014

La fascinante historia del "Pelé de los números"

La fascinante historia del "Pelé de los números"

Su aporte a la difusión de la ciencia llevó a que Brasil creara el Día Nacional de las Matemáticas

Por Alex Bellos*
BBC

La fascinante historia del "Pelé de los números"
Al "Pelé de las matemáticas" el fútbol le parecía "un poco aburrido". (BBC)

Pasa probablemente en todos los países, pero en Brasil es seguro que los futbolistas son muchísimo más famosos que los matemáticos. Sin embargo, en medio del frenesí mediático por la Copa del Mundo del próximo mes, sería un error ignorar el Día Nacional de las Matemáticas del país, que tuvo lugar este martes. El autor Alex Bellos cuenta la fascinante historia del hombre a quien está dedicado.

Río de Janeiro, 1925, Brasil crece. Trabajadores levantan el que será el punto de referencia de la ciudad, la estatua del Cristo Redentor. La samba, una nueva música, se está convirtiendo en manía nacional y el principal diario del país, "A Noite", presenta a su nueva pluma estrella con una nota de tapa.

Malba Tahan o -por dar su nombre completo- Ali Iezid Izz-Edim Ibn Salim Hank Malba Tahan, era un autor de Medio Oriente, que escribía en árabe y era traducido al portugués para el mercado brasileño, según se explicó a los lectores. Sus artículos cortos eran historias de moralidad al estilo de "Las mil y una noches"; con el tiempo comenzaron a tocar temas de matemática.

Se convirtieron en un gran éxito, y en 1932 Malba Tahan publicó el que sería uno de los libros más exitosos jamás escritos en Brasil: "O homem que calculava" ("El hombre que calculaba").

El libro, ambientado en el siglo XIII, comienza así: "¡En el nombre de Alá, el Más Benévolo, el Más Misericordioso! Me encontraba en una calle de Bagdad, regresando al lento paso de mi camello de una excursión a la famosa ciudad de Samarra, en la orilla del Tigris, cuando vi a un viajero modestamente vestido, sentado en un roca, que parecía estar recobrándose de un viaje".

MATEMÁTICO PERSA

El viajero es Beremiz Samir -un matemático persa-, quien se reúne con el narrador en un viaje que los lleva a través de decenas de episodios en que Beremiz resuelve problemas utilizando su habilidad con los números. En cierto punto, visita la casa del ministro del rey, el visir Ibrahim Maluf.

"Atravesamos la pesada puerta de hierro y seguimos por un angosto pasillo... hacia el espléndido jardín interior del palacio. Este jardín, dispuesto con gusto exquisito, recibía la sombra de dos filas de naranjos. Tras atravesar una variedad de habitaciones ricamente amobladas, en las que colgaban tapetes con bordes de hilos de plata, finalmente alcanzamos las salas del ministro del rey, quien se reclinaba en grandes almohadones y conversaba con dos amigos".

Beremiz impresiona al visir con una inusual forma de contar una manada de camellos: cuenta el número de patas y orejas y lo divide por seis. Los camellos son un regalo para el padre de la futura esposa del visir, Astir, de 16 años, pero Beremiz nota que a uno de los camellos le falta una oreja.

"Me gustaría hacer una pequeña sugerencia", dice. "Si usted quitara al animal defectuoso de la manada, el total sería 256, que es 16 al cuadrado (16 x 16). El regalo que ofrecerá al padre de la encantadora Astir sería entonces matemáticamente perfecto, el número de camellos equivalente a la edad de la amada. El número 256 es potencia de dos -un número considerado simbólico por los antiguos- mientras que 257 es un número primo. Estas relaciones entre números elevados al cuadrado traen buenos augurios para los amantes".

Me encanta "El hombre que calculaba". El libro te transporta a un mundo mágico de beduinos, visires, jeques, príncipes y reyes, es rico en referencias a las tradiciones islámicas y lugares de Medio Oriente. La matemática es suave, accesible y ayuda a que avancen las historias.

CUADRADOS MÁGICOS E HIPERMÁGICOS

Más que nada es aritmética, pero también hay problemas de geometría y curiosidades como el cuadrado mágico: un "cuadrado lleno de números", que el sultán le presenta a Beremiz luego de que fuera recatado de la casa de un calígrafo.

"Tras estudiar ambos objetos detenidamente, así habló El hombre que calculaba: 'Este interesante cuadrado de números que dejó el calígrafo es lo que llamamos un cuadrado mágico. Tomemos el cuadrado y dividámoslo en cuatro o nuevo o 16 cajas iguales. Pongamos un número en cada una de estas cajas. Cuando la suma de los números en cada línea o columna o diagonal siempre da el mismo resultado, tenemos un cuadrado mágico... Los números de las cajas deben ser todos distintos. Es imposible construir un cuadrado mágico con tan solo cuatro cajas'".

La fascinante historia del "Pelé de los números"

Luego dice que cuando un cuadrado mágico puede acomodarse en otros cuadrados mágicos, por ejemplo al mover la fila de abajo hacia arriba o la columna de la izquierda hacia la derecha, se llama hipermágico: "Ciertos cuadrados hipermágicos son llamados diabólicos", agrega.

"El hombre que calculaba" se convirtió en un éxito de ventas y transformó a Malba Tahan en un nombre famoso: un matemático tan famoso como las estrellas de fútbol de Brasil.

EL TRAJÍN PARA PUBLICAR

Pero el libro era un engaño literario: Malba Tahan nunca existió. Era el pseudónimo de Júlio César de Mello e Souza, un profesor de matemática de Río de Janeiro que jamás pisó Medio Oriente.

Mello e Souza nació en 1895. Tras estudiar ingeniería en la universidad, enseñó matemática y escribió historias breves en su tiempo libre. Cuando envió sus primeras historias a un periódico local, fueron rechazadas.

Pero cuando cambió los nombres y lugares de sus historias y volvió a enviarlas, diciendo que eran traducciones del fabuloso escritor estadounidense R.S. Slade, el diario las publicó.

Mello e Souza se dio cuenta de que la única posibilidad de tener éxito como escritor en Brasil era usar un pseudónimo extranjero. Su amor por las matemáticas lo había llevado a encantarse con la ciencia islámica, y decidió escribir historias sobre la antigua Arabia bajo el nombre de Malba Tahan.

1885, LA MECA

Creó una elaborada historia para Malba Tahan: nacido en 1885 en la Meca, había viajado por todo el mundo y murió luchando por la libertad de un grupo de beduinos en el desierto. Cuando Mello e Souza comenzó a escribir como Malba Tahan, tan solo el dueño del diario en que publicaba sus historias sabía del engaño.

Durante varios años nadie supo que el famoso autor árabe era en realidad un profesor local de matemática, cuya otra pasión era coleccionar ranas de porcelana. En el momento en que finalmente se supo que Malba Tahan era el humilde Júlio César de Mello e Souza, ya era lo suficientemente famoso como para que no importara.

Sus admiradores eran tanto alumnos de escuela como el mismo presidente de Brasil, y en estos días incluye a uno de los autores más famosos del país, Paulo Coelho.

EL RECUERDO DE COELHO

"Era un gran contador de historias", dice, "le pedí a mi familia que compre todos sus libros. Después, un día, dije: 'Oh, dios, qué persona fantástica, ojalá pudiera conocerla'". El joven Coelho quedó estupefacto cuando sus padres le contaron que el misterioso autor árabe Malba Tahan era en realidad un amigo suyo que vivía a pocas cuadras.

"Fui a su casa", recuerda Coelho, "lo vi y nos dimos la mano, y supongo que se sentía halagado por el hecho de que un niño de 10 años estaba leyendo todos sus libros". "No me atreví a pedirle que autografiara mis libros, porque era totalmente tímido".

"Malba Tahan nos contó sobre esa bella cultura árabe, y es muy importante hoy porque la tolerancia siempre está presente en sus relatos".

Mello e Souza escribió más de 100 libros, cerca de la mitad fueron sobre matemática recreativa y la mayoría estaban ambientados en Medio Oriente, aunque también escribió historias sobre rabinos, griegos, chinos y babilonios.

Aunque amaba las culturas extranjeras solo dejó Brasil en dos ocasiones, para viajar a Portugal y Argentina.

"EL BRASILEÑO DE ARABIA"

Murió en 1974. Para ese entonces había vendido más de un millón de libros en Brasil. "El hombre que calculaba" sigue siendo el más famoso y todavía se imprime. Mi gastada copia es de la 74° edición. Se tradujo al español, el inglés y el alemán.

Y seguirá siendo una parte de la cultura brasileña, ya que el gobierno decretó a partir del año pasado que el día de su nacimiento, el 6 de mayo, se celebre el Día Nacional de las Matemáticas.

A Malba Tahan lo llamaban "El brasileño de Arabia" y el "Pelé de los números". Pero, ¿le gustaba el fútbol a este héroe de Brasil? Le parecía "un poco aburrido".

Las matemáticas, el Islam y coleccionar ranas de juguete: eso era mucho más divertido.

* El autor del libro sobre matemática "Alex en el país de los números" y "Futebol: Brasil y el deporte que le da vida".

sábado, 10 de mayo de 2014

La épica historia del ciclista italiano que salvó judíos con su bicicleta

La épica historia del ciclista italiano que salvó judíos con su bicicleta

Barlati celebra tras haber ganado una etapa del Tour de Francia
Barlati celebra tras haber ganado una etapa del Tour de Francia.
"Tenía todas las de perder pero su historia es uno de los más dramáticos ejemplos de un italiano que arriesgó su vida durante la Segunda Guerra Mundial para salvar la vida de extraños".
Las palabras del director de cine Oren Jacoby describen el legado de Gino Bartali, uno de los más grandes ciclistas de su época, tres veces ganador del Giro de Italia y dos veces vencedor del Tour de Francia.
El Giro de Italia comienza este viernes y su primer recorrido tiene lugar muy lejos de Italia: en Belfast. Pero la nueva edición de esta carrera, por más que comience en Irlanda del Norte, sirve para recordar la historia de un italiano que nunca habló de lo que hizo en los tiempos de guerra.
Los detalles de la etapa más heroica de su vida comenzaron a surgir tras su muerte en el año 2000, y la película Jacoby, que se estrenará este año, arroja un poco de luz sobre este hombre nacido en el seno de una familia toscana de bajos recursos en 1914.

El "no" a Mussolini

Bicicleta de Bartali
La bicicleta de Bartali está exhibida en el museo ciclístico en la Iglesia de Madonna del Ghisallo, en Lombardía.
La carrera de Bartali como ciclista estaba en lo más alto cuando la guerra se cernía sobre Europa.
En 1936 triunfó en su primer Giro de Italia y retuvo el título un año después. Luego, para la alegría de toda Italia, ganó en 1938 el Tour de Francia. Ése era el momento que el líder fascista italiano, Benito Mussolini, estaba esperando.
"Mussolini creía que si un italiano terminaba triunfante el Tour, eso mostraría que los italianos también pertenecían a una raza superior", explica el hijo de Bartali, Andrea, en la película de Jacoby.
"La victoria se mi padre se convirtió en un asunto de orgullo nacional y de prestigio del fascismo, por eso estuvo bajo una enorme presión".
Bartali fue invitado a dedicar su triunfo a Mussolini, pero declinó el ofrecimiento, lo que constituía un grave insulto a il duce y un riesgo mayúsculo.

El hombre ideal para el trabajo

Gino Bartali
Bartali solo le contó a su hijo lo que había hecho durante la guerra.
Mientras se corría la prueba ciclística en Francia, Mussolini había publicado su "Manifiesto sobre la Raza", que terminaría con los judíos perdiendo su ciudadanía italiana, sus profesiones y cualquier posición que ocuparan en el gobierno.
Sin embargo, Italia seguiría siendo un refugio para los judíos hasta su rendición en septiembre de 1943. Desde ese momento, tropas alemanas ocuparían regiones del norte y del centro del país y comenzarían a capturar judíos y a enviarlos a campos de concentración.
En ese momento Bartali, un católico devoto, recibió un ofrecimiento del cardenal de Florencia, Arzobispo Elia Dalla Costa: unirse a una red secreta para proteger a judíos y otras personas en peligro.
Su papel dentro de esta red era perfecto para su talento: Bartali se volvió un correo. Lo que parecían extensas jornadas de entrenamiento en su bicicleta eran en realidad viajes en los que transportaba fotografías y documentos falsos elaborados en imprentas clandestinas.
"Hemos visto la documentación que él transportó miles de kilómetros a través de Italia, viajando por caminos que unían ciudades tan lejanas como Florencia, Lucca, Génova, Asis y el Vaticano en Roma", relata Jacoby.
Todo lo llevaba escondido en el marco y en el manubrio de su bicicleta.
En un momento el ciclista fue arrestado e interrogado por el jefe de la policía secreta fascista en Florencia, la ciudad donde había nacido y donde residía, y la historia dice que en esa situación solicitó específicamente que su bicileta no fuera tocada ya que todas sus partes estaba precisamente calibradas para alcanzar la máxima velocidad.

Silencio

Gino Bartali
Bartali en el Tour de Francia de 1938.
Por un tiempo Bartali tuvo que pasar a la clandestinidad, viviendo de incógnito en la localidad de Citta Di Castello, en Umbria.
El ciclista tenía más de un motivo para temer: además de su función de correo, Bartali dio refugio a su amigo judío Giacomo Goldenber y a su familia.
"Nos acogió a pesar de que sabía que los alemanes mataban a cualquiera que escondiera a judíos", recuerda el hijo de Giacomo, Giorgio, en la película de Jacoby.
"Él arriesgó no solo su vida sino la de su familia y nos salvó a todos, porque nosotros no teníamos ningún lugar a donde ir".
Aproximadamente el 80% de los judíos italianos y de los que habían encontrado refugio en este país antes de la Segunda Guerra Mundial sobrevivieron, en parte gracias a las acciones de otros italianos.
Colocar las piezas de esta historia en su sitio ha tomado 14 años y un trabajo detectivesco de mucha gente.
Andrea Bartali dijo que, eventualmente, su padre le contó por fragmentos sobre sus acciones durante la guerra, y le hizo prometer que no se las contaría a nadie.
"Cuando le pregunté por qué no podía compartir su historia, me dijo: 'Debes hacer el bien pero no debes hablar de eso, si lo haces, estás tomando ventaja de las desgracias ajenas para tu propio beneficio'".

Los "héroes reales"

Andrea Bartali
Andrea Bartali en el Museo del Holocausto Yad Vashem.
Según Jacoby, el silencio de Bartali es una "característica propia" de muchos de los italianos que arriesgaron sus vidas para salvar otras durante la Segunda Guerra Mundial.
"No quiso ser reconocido por lo que había hecho, pocos de los que se beneficiaron con su ayuda supieron su nombre o el papel que había jugado en su rescate".
El pasado septiembre, Bartali recibió un homenaje póstumo por parte del Museo del Holocausto Yad Vashem en Jerusalén.
Andra Bartali, quien visitó el museo, dice que su padre siempre se negó a ver sus acciones como heroicas.
"Cuando la gente le decía, 'Gino, eres un héroe', él respondía: 'No, no, yo quiero que me recuerden por mis logros deportivos. Los héroes reales son otros, aquellos que sufrieron en su alma, su corazón, su espíritu, su mente, por sus seres queridos. Ellos son los héroes reales. Yo soy solo un ciclista'".

Hoy se terminó de jugar un partido suspendido hace ¡84 años!

Hoy se terminó de jugar un partido suspendido hace ¡84 años!

El Karsiyaka turco y Lailapas griego terminaron hoy el encuentro que hace muchos años se suspendió por lluvia

Hoy se terminó de jugar un partido suspendido hace ¡84 años!
(Foto: Club Karsiyaka)
Estambul (EFE). El Karsiyaka turco y el Lailapas griego terminaron hoy, como símbolo de hermandad entre ambos países, el encuentro que les enfrentó hace 84 años y que fue suspendido por el colegiado debido a una densa lluvia, cuando sólo habían transcurrido tres minutos de juego.

Era el 7 de diciembre de 1930, cuando el Karsiyaka, equipo de Segunda en la ciudad turca de Esmirnay, y el Lailapas, histórica formación de la isla griega de Quíos, saltaron al terreno de juego en el estadio de este último equipo, pero la lluvia impidió su total disputa.

Se trataba, entonces, del primer enfrentamiento entre un equipo griego y uno turco, tras años de enemistad entre ambos países. Tuvo ya en la época una gran relevancia política como símbolo de hermanamiento.

Un espíritu que también domina el encuentro de hoy que, casi 84 años después, volvieron a medirse en el Fafalio en Quíos, donde jugaron  los 87 minutos restantes, según informa el Karsiyaka en su página oficial.

"Este partido simboliza la fraternidad entre los dos pueblos. Espero que cuente como un paso hacia unas mejores relaciones entre las dos partes", ha declarado al respecto Michael Kottakis, entrenador del equipo griego.