sábado, 5 de abril de 2014

El futbolista que metió gol, sufrió un infarto y murió, levantó y siguió jugando

El Hombre que volvió de la Muerte


Juan Hohberg y su Corazón Uruguayo

El relator saltó de su butaca, y dejó salir de sus entrañas el sonido más emotivo que jamás haya emitido. Ese gutural grito de “Gol, goooool uruguayo, Hohberg, el león herido sacude su melena”, que Carlos Solé soltó en Suiza, paralizó el corazón de miles de uruguayos que seguían la transmisión por radio, y también paralizó (literalmente) el de su protagonista.

Juan Eduardo Hohberg nació en Córdoba, Argentina pero de pequeño se instaló con sus padres en Montevideo, fue ahí donde Juan empezó a querer a la divisa aurinegra. En 1948  debutó en la primera de Peñarol y no tardó en convertirse en ídolo de la parcialidad “Manya” gracias a su potencia, su despliegue y su entrega. El joven Juan Eduardo festejo como un uruguayo más la épica consagración en el Maracaná y fue el amor brindado por el publico de Peñarol el que lo decidió a decir  “Si” cuando Juan López lo convocó para defender los colores celestes en el Mundial de Suiza 1954. Sin saberlo el cordobés estaba por escribir  el capítulo más grande de su historia futbolística.

El León Herido


El desarrollo del Mundial de Suiza 54 se vio marcado por el andar de dos selecciones: Uruguay y Hungría. Los Charrúas eran los vigentes campeones y es por eso que no sorprendió su arrasador comienzo: 2-0 a Checoslovaquia, 7-0 a Escocia, y  4-2 a Inglaterra en cuartos en de final. Los “mágicos Magyares” de la mano de Ferenk Puskas escribieron en este torneo el primer capítulo de su mítica historia, arrancaron  derrotando a Corea del Sur 9-0, luego batieron a la formación suplente de Alemania por 8-3 y ya en cuartos de final eliminaron a Brasil por un marcador de 4-2.

El 30 de junio encontró a la ciudad de Lausana en el foco de la atención mundial, pues allí se enfrentaban Uruguay y Hungría. La lluvia le puso un marco mucho mas emotivo al que ya de por si se vivía en las gradas.  Los húngaros agotaron sus localidades, mientras que por el lado uruguayo había no más de cien personas aunque contaban con todo el apoyo del público local que se inclinaba por ellos seducidos por garra y entereza.

Los Magyares se adelantaron en el marcador a los  14 PT y estirarían la ventaja a dos goles al comienzo del ST. Los Charrúas, entonces decidieron jugarse el todo por el todo, cambiar ataque por ataque, y sin la presencia por lesión de su líder Obdulio Varela (se lesionó en el festejo del cuarto gol a Inglaterra, y eso fue lo último que hizo en la selección celeste), fueron “Pepe” Schiaffino y el “Cordobés”  Hohberg los que encabezaron la ofensiva. A falta de quince minutos para el final del encuentro fue Schiaffino quien centro el balón para que Hohberg concretara el descuento.  Con el empate al alcance de la mano, Uruguay se lanzo al ataque como un guerrero herido y decidido a dejar la vida en el terreno de juego.

La defensa húngara formó un sólido bloque, el 1-2 parecía inamovible, hasta que el “Pepe” logro un nuevo desborde, y cedió el balón hacia atrás para Hohberg. Este logro sobreponerse a la marcación de su defensa, y al barro que inundaba el área húngara, tuvo resto para enfrentar al golero Grosycs, eludirlo y conectar  antes de caerse un elevado remate que  haría estéril la estirada de los zagueros y terminaría siendo el 2-2… Ahí, el tiempo pareció detenerse, los húngaros  golpeaban los puños en el suelo lamentándose, el público estalló en un grito de “GOOOOLLLL!!!” contagiado por la garra celeste.

El Héroe

Juan Hohberg, el héroe de la tarde, se puso de pie y  totalmente embarrado salió disparado en una carrera alocada. Algún compañero detuvo su marcha con un abrazo que se pareció más a un tackle que a un gesto afectuoso, y así se sumaron uno, dos, tres…  diez!  De pronto el héroe de la jornada se vio tapado por una avalancha celeste.  Y al culminar el festejo, todos se pusieron  de pie menos uno: Juan Hoberg. El heroico delantero,  que había quedado literalmente sepultado por sus compañeros, estaba  tendido en el césped y  sin signos vitales evidentes. 

Silencio en la cancha


El estadio enmudeció, la alegría pasó a ser incertidumbre, el éxtasis fue desesperación y  todas las miradas y los flashes fueron para ese hombre que recostado contra las gradas recibía masajes cardiacos, respiración boca a boca y hasta Coramina! puesto que su pulso era inexistente… Sí, su corazón no resistió tanto esfuerzo, tanto despliegue, tanta lucha, tanta emoción y decidió frenar, parar su marcha o simplemente “descansar” por un tiempo. Juan Hohberg estuvo muerto durante 15  eternos segundos en el estadio de Lausana.

Con el empate sellado, el encuentro debió ir a tiempo suplementario, y Hohberg ya milagrosamente repuesto, se reincorporó al elenco celeste y jugó la media hora final para los charrúas, que pagaron caro tanto desgaste físico y quedaron eliminados ante la Hungría de Puskas por culpa de los dos goles que Kocsis anotó en esa prórroga.

Corazón Charrúa

Pese a que lo apodaban el “Cordobés” por haber nacido en esa provincia de Argentina, Juan Hohberg, dejó mas que claro, dentro de un campo en juego que pese a lo que diga su documento su corazón, ese que se paralizó de la emoción, era uruguayo.


Tomado de canaltrans.com

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