sábado, 18 de enero de 2014

La agente de la CIA que rastreó a un traidor

La agente de la CIA que rastreó a un traidor

Aldrich Ames
Aldrich Ames fue procesado en un tribunal federal de Virginia en febrero de 1994.
A Aldrich Ames le gustaba explicar cosas. Una vez le contó a su colega, la agente de la CIA Sandra Grimes cómo capturar a un topo, como se le dice a quienes trabajan en una organización pero actúan al servicio de otros.
"Dio su cátedra de contrainteligencia", cuenta Grimes. "¿Que si me enfureció? Sí, pero no quería que se notara".
Grimes y otra colega Jeanne Vertefeuille estaban tratando de descubrir por qué la agencia estaba perdiendo sus activos soviéticos, individuos que habían aceptado traicionar a su propio país y trabajar para la CIA.
En ese entonces Ames estaba siendo observado.
"Ya había una profunda suspicacia", afirma Henry Crumpton, exagente de la CIA. "Eso era parte del trabajo de Sandy: no asustarlo. Fue magistral".

"Parecían burócratas"

Grimes, de 68 años, habla sobre la CIA -la única agencia de inteligencia independiente de Estados Unidos- sentada frente a una chimenea eléctrica en su casa en el norte de Virginia.
El aroma a albaricoque que expele una botella de fragancia nos aleja del mundo de subterfugio y espionaje, al menos del retratado en ficción, pero la realidad es diferente.
Grimes y quienes trabajan para la CIA saben cosas que pueden disparar guerras y muertes. Aún así, estos individuos generalmente llevan vidas comunes y corrientes. Eso se nota en "The Assets", una miniserie de televisión de la cadena ABC de EE.UU. que cuenta la historia de cómo Grimes y Vertefeuille atraparon a Ames.
Sandra Grimes
El libro de Grimes sobre la cacería de un topo inspiró una serie televisiva.
Según Joe Weisberg, exjefe de operaciones de la agencia y luego creador y productor ejecutivo de la serie de FX "The Americans", "los personajes eran muy reconocibles de la CIA en la que trabajé. Parecían verdaderos burócratas".
El portavoz de la CIA Christopher White señala que evitan discutir esta clase de programas. "No los avalamos, de ningún modo".
Sin embargo le entusiasman Grimes y los otros que investigaron a Ames. "Hoy, 20 años después del arresto, la agencia y el pueblo estadounidense siguen teniendo una deuda con ellos", opina.
Como otros burócratas, Grimes y Ames compartían transporte. Trabajaban en la división de operaciones en la órbita soviética/este de Europa en la década de 1970.
"No le importaba cómo lucía", señala. "Salía corriendo con la camisa afuera".
Era un burócrata pero se consideraba un intelectual, alguien que leía libros sobre historia rusa. "Le encantaba preguntarse '¿qué habría pasado si...?'", recuerda.

La traición

Posteriormente cometió un espantoso crimen, al entregarle los nombres de los agentes soviéticos al servicio de la CIA a la KGB.
Randall Woods, autor de una biografía del exdirector de la CIA William Colby, considera: "Su traición era indefendible. No estaba vendiendo manuales ni misiles. Estaba traicionando a individuos".
Al menos ocho fueron ejecutados. A cambio, Ames recibió millones en efectivo.
María del Rosario Casas Ames
La colombiana María del Rosario Casas Ames tenía gustos caros.
A Ames se le permitió seguir en la agencia por casi una década después de traicionar a los informantes. Los funcionarios de la CIA dicen que pudieron proteger a sus agentes soviéticos al principio, cuando fueron expuestos inicialmente, y mantenerlos a salvo.
Los funcionarios son quisquillosos acerca de la investigación y defienden su enfoque. Afirman que tuvieron que ser rigurosos en sus esfuezos y requerían tiempo para seguir pistas. Con todo, la idea de que Ames permaneciera en la agencia y fuera cercano a quienes guardaban los secretos de la nación, es inquietante.

Por el dinero

El primer matrimonio de Ames terminó en divorcio. Su segunda esposa, María del Rosario Casas Ames, es de Bogotá, Colombia.
"A Rosario le encanta gastar dinero", comenta Grimes. "Tiendas como Neiman Marcus, Nordstrom. Rick no podía con eso".
A él mismo le quedaba difícil explicar lo que pasó.
"Fue como si estuviera casi en estado de shock", dijo Ames, según un informe del Congreso de 1994. "Darme cuenta de lo que había hecho. Pero ciertamente estaba subyacente la convicción de que tendría todo el dinero que podía usar, si decidía hacerlo".
Los soviéticos que aceptaron espiar a su propio país eran conscientes del peligro. Ames creía que al haber consentido participar en un juego de tan alto riesgo, no les sorprendería si las cosas terminaban mal.
Grimes señala: "Lo racionalizó. Asumió que desde que se prestaron a hacerlo sabían que eso iba a pasar".
Levanta sus manos. "La arrogancia sale a relucir", comenta. "Es, 'Soy más listo que tú'". Lo dice como cantando, imitando la voz de su excolega, con una mirada de superioridad en su rostro.

Al banco, después de almuerzo

La investigación tardó años. "Era muy importante que no nos equivocáramos", precisa.
Grimes y sus colegas estudiaron minuciosamente el calendario y los estados de cuenta de Ames. Trabajaron juntos, en cubículos con "enormes" divisiones y pasaban la información por encima.
Sandra Grimes, Paul Redmond, Jeanne Vertefeuille, Diana Worthen y Dan Payne
Cazadores de topos: Sandra Grimes, Paul Redmond, Jeanne Vertefeuille, Diana Worthen y Dan Payne.
Notaron que Ames almorzaba con un experto en control de armas de la embajada soviética. Después iba al banco a depositar dinero.
Ella fue a ver a un superior en la agencia: "Cerré la puerta y dije 'no hay que ser un genio para darse cuenta de lo que pasa aquí. Rick es un maldito espía soviético'".
Ames fue arrestado el 21 de febrero de 1994. "Le sorprendió", cuenta. "Pensó que se saldría con la suya".
De hecho, llevaba nueve años saliéndose con la suya.

Crimen contra todos

Grimes fue metódica, pero el enfoque era defectuoso. "Hizo un trabajo duro y minucioso", dice Tim Weiner, autor de "Legacy of Ashes: The History of the CIA". "Pero la modalidad de contrainteligencia de la CIA era estirar las teorías".
Frederick Hitz, futuro inspector general de la agencia, escribió un informe. "Nos preguntamos '¿cuál es la historia, cómo ocurrió?'", dice. "Nuestra conclusión fue que no sentíamos que la agencia dedicara suficientes recursos para encontrar la razón".
El informe permanece clasificado.
La historia de Ames muestra el daño que un hombre puede hacer cuando se le da acceso a información clasificada y decide usarla en su propio beneficio. También expone la dificultad de descubrir a un traidor en una organización tan insular como la CIA.
Ames fue sentenciado a cadena perpetua. Grimes lo vio por última vez en un tribunal federal en Alexandria, Virginia.
"Escuché un sonido metálico", recuerda.
Apareció ante el juez con grilletes en las piernas. "Empezó a pontificar y hablar y hablar y hablar".
"El magistrado dijo 'Sr. Ames, el suyo es un crimen contra todos los ciudadanos'. Cogió su martillo. ¡Bum! 'Fianza negada' ¡Bravo!". Se recuesta y luce sorprendida.
Ames fue escoltado fuera de la corte. "No era un hombre derrotado", comenta Grimes. "Curiosamente, se siente cómodo consigo mismo".

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