Todos de pequeños, alguna vez hemos terminado de pronunciar el abecedario con las palabras “equis”, “ye”, “zeta”. Sin embargo, después de algunas correcciones, nos inclinamos a respetar las reglas y dejamos de llamar “ye” a la “ye” y le dijimos “i griega”, valga la redundancia, aceptando así las reglas, y aceptando que los estudiosos de la lengua en el mundo tenían razones que la naturalidad del habla no podía entender.
Ahora, muchas décadas después, los mismos estudiosos y otros, pertenecientes a las 22 Academias de la Lengua inscritas en la Real Academia Española, nos han vuelto al pasado, nos han dado la razón: la “i griega” se llamará “ye”. La razón es muy simple: el uso de los pueblos lo ha logrado. Mayormente, la “i griega” en español es consonántica (toyo, yoyo, yema), es decir, suena como una consonante. ¿Si a la “be” que suena como “be” la llamamos “be”, ¿por qué a la “ye” que suena como “ye” no la llamamos “ye”? Esa es una pregunta que algunos hemos hecho desde niños y ahora nos dan la razón. Es decir, el yeísmo ya no es pecado lingüístico.
Salvador Gutiérrez, director de esta obra, le ha dicho al mundo lo siguiente: “En todo momento se tienen en cuenta las relaciones e influencias de las lenguas indígenas en la escritura de muchas palabras del español. En la elaboración de normas orientadoras para el aprendizaje, se toman en consideración de manera especial los problemas del seseo y del yeísmo, fenómenos que afectan a la mayoría de los hispanohablantes, pero que eran descuidados por las ortografías del pasado”.
Ha dicho “fenómenos que afectan”, y en estas tierras eso podría sonar como algo dañino, como si estuviera mal y nos hicieran un favor; sin embargo, viniendo de tierras europeas, bien podríamos rescatar la cuarta acepción de la palabra “afectar” y tendríamos: “fenómenos que atañen a la mayoría de hispanohablantes…”.
Otro dato más: ya en su “Botella al mar para el dios de las palabras”, donde pedía la abolición de las “haches rupestres”, Gabriel García Márquez decía “Humanicemos sus leyes (las de la gramática), aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos”.
Otras disquisiciones
La desaparición de la “i griega” supone la desaparición de la “i latina”, que pasa a llamarse simplemente “i”. La b será be (y no be alta o be larga); la ch y la ll dejan de ser letras del alfabeto; se elimina la tilde en “solo” y los demostrativos (este, esta...).
Aunque no todo es tan claro como parece. La nueva Ortografía trae una novedad con los números. Hasta ahora se escribía, por ejemplo, “6 ó 7”, ahora solo se podrá escribir “6 o 7”, con una o sin tilde. Los números también intervienen en la ortografía. Lo malo es que la justificación viene porque anteriormente era difícil distinguir el número cero de la letra o, debido a la escritura a mano. Hasta ahora, la conjunción o se escribía con tilde cuando aparecía entre cifras (4 ó 5 millones). Pero se esgrime que la computadora actualmente no es falible en esos casos, y diferencia una o de un 0, y no se confunde de tamaño. Sin embargo, cabe preguntarse, ¿qué hacer cuando uno escribe a mano?
Siempre Irak
Cuando estalló la Guerra en Irak, muchos medios de comunicación entraron en conflicto sobre cómo llamar a este país que hasta entonces no había dado mayor noticia: ¿Iraq o Irak?, ¿irakí o iraquí? Era una palabra nueva y muchos optaron por cogerse de la palabra iraquí para crear Iraq, con q, tomando en cuenta el ejemplo de la Real Academia de la Lengua. Esta misma que ahora nos dice que la escritura con q de algunas palabras (Iraq, Qatar, quórum) representa una incongruencia con las reglas. Ahora escribiremos Irak, Catar y cuórum, como lo dice la lógica. Hace tiempo los peruanos habíamos optado por Cusco en vez de Qosqo.
La Real Academia Española (RAE) recién publicará en diciembre en todos los países hispanohablantes estas nuevas reglas de ortografía, que se considera más amplia, razonada y clara que todas las anteriores. La nueva edición de la ortografía está elaborada por las veintidós Academias de la Lengua. Y aunque para que su contenido sea definitivo deberá ser ratificado por los directores y presidentes de todas las Academias a finales de noviembre en Guadalajara, México, es un buen avance: la lingüística se ha vuelto un poco más democrática y va dejando poco a poco la tiranía real que ha ejercido por muchos años, pero aún falta mucho por hacer para tener una lengua perfecta. Mientras tanto, habrá que esperar la publicación de la nueva “Ortografía” para empezar a corregir los diccionarios en casa.
Marco Fernández
Editor Cultura
Publicado: 07 de noviembre del 2010
tomado de diariolaprimeraperu.com
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