La ansiada fórmula de rejuvenecimiento estuvo en poder de los nazis
Historiador argentino afirma que el producto fue pensado para prolongar la vida de Adolfo Hitler y aumentar la fertilidad de las alemanas
Buenos Aires (EFE). Un investigador argentino asegura que científicos nazis desarrollaron con éxito durante la Segunda Guerra Mundial un método de rejuvenecimiento pensado para prolongar el período fértil de las alemanas y la vida del líder del Tercer Reich, Adolfo Hitler.
El historiador Carlos De Nápoli, autor de varios libros sobre el nazismo, vuelve a bucear en este período de la historia en “La fórmula de la eterna juventud”, basado en documentos que halló en una casa de Buenos Aires donde vivió el médico nazi Joseph Mengele cuando estuvo refugiado en Argentina.
En el libro, De Nápoli incluso planteó una nueva hipótesis sobre el origen del sida y dejó interrogantes sobre la probable existencia de un medicamento desarrollado por el nazismo para curar casi todos los tipos de cáncer.
Mengele, quien logró escapar de Alemania al concluir la guerra, “era dueño de varias propiedades y participaciones en laboratorios argentinos como socio oculto”, explicó.
Tras aclarar que considera un “montaje” la muerte de Mengele en Brasil, “como sostiene la historia oficial”, De Nápoli subrayó que los documentos que encontró fueron escritos poco antes de que el criminal apodado “ángel de la muerte” de Auschwitz regresara a Alemania, en 1959.
“Uno de ellos es un memorándum dirigido a Hilda Ana Peters de Umbreit, socia y testaferro en uno de sus laboratorios argentinos”, precisó. “Allí describe a “Anita”, como le llamaba, los pasos necesarios para obtener la “fórmula de la eterna juventud”, un proceso que podía rejuvenecer a una persona entre 20 y 30 años”, comentó.
HACÍAN EXPERIMENTOS
El documento destaca además que la fórmula había sido probada exitosamente en Solahuette, un spa cercano al campo de concentración de Auschwitz y cuyo funcionamiento De Nápoli pudo reconstruir en base a varios otros testimonios, entre ellos el de la danesa Frieda Sorennsen, “una bella septuagenaria con aspecto de una mujer de 40 años”.
Su primer encuentro con Frieda, dueña hoy de una gran fortuna, ocurrió después de que De Nápoli visitara en un cementerio de Buenos Aires la tumba del médico nazi Karl Vaernet, íntimo colaborador de Heinrich Himmler, líder de las Tropas de Asalto hitlerianas (SS).
Gracias a los oficios de un cuidador del cementerio, De Nápoli supo de la existencia de Frieda, una de las personas que solían visitar el nicho, y posteriormente se entrevistó con la enigmática mujer en un departamento del barrio porteño de La Recoleta.
En aquella primera cita, recordó, la danesa le dijo que un tratamiento de Vaernet basado en aplicaciones de hormonas había remediado su infertilidad.
Pero hace unos años, finalmente, la mujer le confesó haber sido parte en Auschwitz de esas experimentaciones con hormonas -extraídas en un principio de los asesinados en los campos de concentración-, que se complementaban con vitaminas, ejercicios físicos y una dieta compuesta por abundantes frutas y verduras, poca carne y jalea real.
De Nápoli cree que no fue Mengele sino Karl Brandt, médico personal de Hitler, quien estuvo al frente de esos experimentos, cuyo secreto, afirmó, “se llevó a la tumba” tras ser enjuiciado en Nuremberg y ahorcado en junio de 1948.
En “La fórmula de la eterna juventud”, el historiador argentino deja planteados, entre otros, dos inquietantes interrogantes vinculados con derivaciones de los siniestros experimentos del Tercer Reich.
Uno de ellos surge de los documentos de Mengele, quien reconoce que el injerto en humanos de testículos de mono, como habían probado otros científicos nazis, “producía un rápido rejuvenecimiento, aunque seguido muchas veces por una enfermedad desconocida que lleva a la muerte en cuestión de meses”.
Los síntomas de tal enfermedad “desconocida”, apuntó De Nápoli, “tienen un extraordinario parecido a los del sida”.
El otro, aportado por Frieda Sorennsen, alude a un compuesto que, por prueba y error, hallaron los nazis para curar el cáncer que recurrentemente se originaba con las inyecciones diarias de hormonas.
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